La alteridad en el contacto. Nos reconocemos en el otro

Cuando lo humano se expresa en la relación interpersonal, es cualidad de apertura al otro

Nos conocemos a nosotros mismos en relación con los otros.

Dime cuantos amigos tienes y te diré cómo eres. El ser humano se identifica a sí mismo en relación con los otros. Me encanta la idea de que lo importante no es lo que tu y yo hagamos sino lo que podamos hacer entre los dos, y que yendo juntos, iremos más despacio, pero llegaremos más lejos. Quien haya hecho el Camino de Santiago tendrá mil anécdotas.

La dimensión de la amistad, de la familia, del amor, requiere un otro con quien vivir, con quien amar. Miguel Hernández escribía su Elejía a su amigo muerto Ramón Sijé: “Aquel con quien tanto quería”.

 Nos identificamos por lo que somos y nos definimos por lo que no somos.

No somos seres aislados, nos necesitamos unos a otros no solo para crecer sino para ser felices. El niño, antes de ser consciente de sí mismo y de ser capaz de reflexionar sobre su ser y sus actos, ya experimenta la presencia de otros sujetos que lo acogen o rechazan, y experimenta la dimensión esencial del modo humano de relacionalidad, como avance del sentido de pertenencia

No somos seres solitarios, pues nuestra sociedad no avanza si no nos relacionamos en los ámbitos donde los ciudadanos ejercitan su voz, deciden y actúan en pro de sus derechos y deberes para sí y para los demás. Sin esta idea no se puede entender el bien común.

Nuestras ciudades, incluso nuestras residencias están cuajadas de personas cuya opción de vida es vivir solas. O no necesitan de ningún otro o los demás no les admiten como ese otro. La comodidad de no convivir con los demás y /o para los demás a quienes queremos puede acabar siendo una derivada del narcisismo.  

Cuando el impertinente protagonista neurótico de  la película Mejor imposible, se da cuenta de que puede compartir una meta de vida con la persona que ama, descubre el sentido que puede tener su existencia y ya no necesita ser la única referencia de sí mismo y desde ahí comienza su curación psíquica.

No somos seres independientes de los demás, sino más bien inter dependientes. En la sociedad moderna hemos estado tan preocupados por la independencia y  la autonomía como expresiones de la libertad, que  nos hemos olvidado de la dependencia. Dependemos de los demás mucho más de lo que ilusoriamente negamos.  Daniel Defoe, en Robinson Crusoe, tuvo que ceder a la pretensión del hombre aislado e incorporar en su vida a su amigo ́Viernes´.  

Lo social forma parte de lo esencial en el hombre, no es una construcción arbitraria de quienes renuncian a su identidad para hacer algo distinto de lo que son, por mera conveniencia, utilidad o capricho (1)

Decía Ortega y Gasset que “el hombre es un ser social en la más elemental textura”, no es en él algo accidental o sobrevenido. Así lo resume Daros (2) en su ensayo sobre Teoría de la educación del hombre en la concepción de José Ortega y Gasset:

Cada persona se califica, en efecto, por su proyecto de vida en la sociedad. En este proceso, primero se forma la persona y el proyecto social; luego el íntimo; primero se asumen modelos, luego se genera el propio. Lo primero que el hombre se forma es su persona social, el repertorio de acciones, normas, ideas, hábitos, tendencias en que consiste nuestro trato con los prójimos. Y puede llegar a poseer una personalidad social muy civilizada, muy estimable y llena de virtudes, o al menos destrezas cuando aún la intimidad casi no existe.

En el nivel meramente físico-biológico necesitamos de los demás, pero la necesidad surge de la carencia. Sin embargo, no nos relacionamos con los demás, porque necesitemos de ellos, o les utilicemos, sino que la relación de alteridad con los otros se expresa a través de esos anhelos. Tendemos a aquello que no somos y deseamos, y en la relación con los demás, los descubrimos como otros con los que podemos compartir los horizontes de sentido,  que nos permiten comprendernos mejor . La gran expresión de ello es el diálogo.

Nos unimos a Maslow cuando en la  pirámide de necesidades  humanas, una vez cubiertas las  fisiológicas, de alimentación y filiación, necesitamos el reconocimiento que refuerza nuestro autoconcepto. Si en mi ambiente de trabajo se me valora por mis compañeros, subordinados y jefe, en esa medida me conduciré con mayor seguridad, porque  ese reconocimiento fortalece mi autoconcepto y mi autoestima. La alteridad rima con ser interdependientes.


(1) Alonso, S. (2013). Coaching dialógico. Editorial Lid. Madrid, España.

(2) Daros, W. (s.f.) Teoría de la educación del hombre en la concepción de José Ortega y Gasset (En línea). Disponible en: https://williamdaros.files.wordpress.com (Consulta: 10 Enero, 2021). CONICET. Universidad de Rosario. Rosario, Argentina. 

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