Sobre las pasiones y el éxito de la reflexión

Acabo de leer algo impactante sobre las pasiones en el ser humano.

Los sentimientos o pasiones designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o como malo. Las pasiones son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu.

Las pasiones son numerosas, la más fundamental es el amor que la atracción del bien despierta. El amor causa el deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este movimiento culmina en el placer y el gozo del bien poseído.

“Amar es desear el bien a alguien” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 26, a. 4, c). Los demás afectos tienen su fuerza en este movimiento original del corazón del hombre hacia el bien. Sólo el bien es amado (cf. San Agustín, De Trinitate, 8, 3, 4). “Las pasiones son malas si el amor es malo, buenas si es bueno” (San Agustín, De civitate Dei, 14, 7).

La aprehensión del mal causa el odio, la aversión y el temor ante el mal que puede sobrevenir. Este movimiento culmina en la tristeza a causa del mal presente o en la ira que se opone a él.  Aquí me quiero detener,  porque  a menudo ocurre que al sentir la ausencia de lo deseado tomamos varios caminos y algunos, no son los adecuados. ¿Por qué ? porque del fondo del corazón  avanza el ímpetu y la prisa por obtener el bien buscado. Y  por falta de reflexión nos equivocamos, incluso eligiendo lo peor o lo malo, seguimos engañándonos y fluye después la ira, la rabia y un profunda tristeza – que no es otra cosa que la ausencia de bien-, por lo que al final no somos mejores ni más felices.

Por afán de éxito , muchos se han vuelto locos, y nos preguntamos por qué aquella persona ha llegado a esta situación ¿no es así? Si reflexionamos de nuevo, podemos concluir que la búsqueda del éxito  en sí mismo no es amoral cuando camina de la mano de los valores, cuando la intención es social, generosa  o compartida; en cambio, cuando va sola, el desequilibrio y la tristeza no admiten disimulos, aunque el que lo enarbole tenga seguidores, será sólo por un tiempo. Sin reflexión, sin generosidad, no se pueden establecer relaciones duraderas, pues la amistad no se construye sobre la ausencia de valores; los amigos, la familia, los colegas nos ven y nos conocen y se quedan con nosotros o se alejan. ¿Cuánto éxito somos  capaces de asumir?, yo diría que el que nos hace seguir siendo sanamente sociables.

Nuestro mayor éxito tiene  su fuerza en bien encontrado, por eso sólo el bien es amado o disfrutado como éxito logrado.

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